Ramiro Aguilar Torres
El 9 de octubre de 2025 Israel y Hamás firmaron la primera fase de un acuerdo de paz. Mediado por Qatar, Egipto y Turquía, y anunciado por el presidente estadounidense Donald Trump, este pacto incluye un alto el fuego, la liberación de 48 rehenes israelíes (20 vivos, 28 cuerpos) a cambio de más de 2.000 presos palestinos, el retiro parcial de tropas israelíes de Gaza y la entrada de 400 camiones diarios de ayuda humanitaria.
Aunque el acuerdo promete un alivio inmediato, las cicatrices de la destrucción en Gaza son profundas. La pérdida masiva de vidas y la devastación han llevado a organismos como la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a ordenar medidas provisionales ante el riesgo plausible de genocidio. Expertos y organismos como la ONU y Amnistía Internacional han calificado los actos como posibles crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Con una proyección de más de 67.000 muertos (51% mujeres y niños) y 1.410 familias eliminadas del registro civil en el contexto de la guerra, la estructura social de la Franja ha sido devastada.
Necropolítica y Trauma Intergeneracional
La pérdida masiva y la destrucción de infraestructuras esenciales —hospitales, escuelas, sistemas de agua— han generado una crisis de cohesión social. La necropolítica, concepto de Achille Mbembe, que describe el poder de decidir quién vive y quién está expuesto a la muerte, se manifiesta en Gaza a través de bombardeos, hambruna inducida y bloqueos que han llevado a condiciones de existencia insostenibles: 245 calorías diarias per cápita, hipotermia y un colapso reproductivo. Las generaciones venideras heredarán un trauma intergeneracional ineludible.
Estudios como los de Rita Giacaman revelan que el 80% de los jóvenes gazatíes sufre depresión crónica y ansiedad, con un sentimiento de "estar rotos" debido a la violencia prolongada. Niños que crecen entre escombros, como los huérfanos de Rafah que han perdido familias enteras, enfrentan un futuro sin acceso a la educación —el 93% de las escuelas están destruidas— y con una pobreza extrema proyectada al 60%. Esto perpetúa ciclos de marginalización, donde la falta de oportunidades puede empujar a jóvenes hacia milicias, no por ideología, sino por necesidad de supervivencia.
Etnocidio y Resistencia
El conflicto ha atacado los cimientos culturales palestinos. La destrucción de 12 universidades, 280 mezquitas y sitios históricos como el puerto de Gaza —uno de los más antiguos del mundo— representa un intento de borrar la memoria colectiva. Los desplazamientos forzados, con 1,9 millones de personas hacinadas en Rafah, han roto redes de parentesco y rituales que sostienen la identidad. Las próximas generaciones crecerán en un contexto de "desarraigo cultural".
Esto recuerda el concepto de etnocidio, donde se destruye la capacidad de un pueblo de reproducir su cultura. Sin embargo, la resistencia cultural persiste: los gazatíes han usado redes sociales para documentar su lucha, creando archivos digitales que podrían ser la semilla de una identidad reconfigurada, aunque marcada por la pérdida.
La cuestión palestina pone en evidencia que la humanidad sigue entendiendo la existencia a través de supuestas razas y naciones superiores e inferiores. Es doloroso que el pueblo judío, víctima del Holocausto, haya puesto su conducción en manos del sionismo, convirtiendo el militarismo (como afirma Antony Loewenstein) en el principio fundacional del país. Un militarismo que va de la mano con la franquicia de la seguridad de la cual Israel se dice dueña de la patente. Jamás la colonización podría explicarse sin la lógica de la economía. ¿Acaso no fue el comercio de esclavos africano un producto de seudo superioridades raciales acompañadas por esquemas de depredación económica? Mucho saben los pueblos afros e indígenas de racismo, opresión y aniquilamiento cultural. Lo terrible es que, a pesar del desarrollo tecnológico, las instituciones humanas sean incapaces de detener la eliminación y humillación de los pueblos más débiles.
Justicia Transicional Incompleta
La reacción del Derecho Internacional y Humanitario ante la masacre en Gaza ha sido la de siempre: ineficaz, lenta y casi suplicante. El reconocimiento del Estado Palestino que ha sobrevenido en algunos países europeos es un primer paso de cargo de conciencia, pero está lejos de ser suficiente.
El acuerdo de paz plantea dilemas complejos. La Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido órdenes de arresto contra líderes israelíes por crímenes de guerra, incluyendo el uso de hambruna. Sin embargo, el pacto incluye una amnistía condicional para militantes de Hamás y una "Junta de Paz", lo que podría limitar la rendición de cuentas. Esto plantea un conflicto entre la justicia transicional y el pragmatismo político. La justicia restaurativa, que exige reconocimiento, compensaciones y garantías de no repetición, no es abordada por el acuerdo, que ignora la ocupación y el derecho al retorno de los refugiados, pilares del derecho internacional.
El bloqueo continuo de Gaza, incluso tras el acuerdo, viola la Convención de Ginebra. La CIJ ha instado a Israel a cesar acciones que pudieran ser constitutivas de genocidio, pero la falta de un mecanismo coercitivo para hacer cumplir sus decisiones limita su impacto.
Reconstrucción y Dignidad
El PNUD estima que la reconstrucción de Gaza tomará 15 años y costará 50.000 millones de dólares, con el desarrollo humano retrocedido 40 años. La ayuda humanitaria es insuficiente si no se levanta el bloqueo. Sociológicamente, la reconstrucción debe priorizar la cohesión comunitaria y la sanación psicológica. Antropológicamente, es crucial preservar la memoria cultural. Jurídicamente, la comunidad internacional debe garantizar que la "paz" no sea una excusa para olvidar la destrucción, sino un punto de partida para la justicia.
En conclusión, el acuerdo de paz es un alivio temporal, pero las heridas de Gaza son profundas. Las próximas generaciones palestinas crecerán marcadas por el trauma, la pobreza y la pérdida cultural, pero también por una resiliencia forjada en la adversidad. La verdadera paz requiere desmantelar las estructuras de opresión y devolver a los palestinos su derecho a existir, no solo como sobrevivientes, sino como pueblo con esperanza y dignidad.